Argentina, en la trampa de austeridad (fiscal)

Con el pasar de los meses, queda claro que las recomendaciones del FMI para la economía argentina están siendo muy dañinas, tanto en el corto como en el largo plazo. Por el lado del tipo de cambio, se observa en la persistencia de la incertidumbre cambiaria y las constantes modificaciones de reglas (flotación, agregados, zona…

Argentina, en la trampa de austeridad (fiscal)

Con el pasar de los meses, queda claro que las recomendaciones del FMI para la economía argentina están siendo muy dañinas, tanto en el corto como en el largo plazo. Por el lado del tipo de cambio, se observa en la persistencia de la incertidumbre cambiaria y las constantes modificaciones de reglas (flotación, agregados, zona de no intervención, intervenciones discrecionales).

Por el lado fiscal, se destaca el impacto negativo del cumplimiento de las metas fiscales y, sobre todo, la reducción del gasto público, en un contexto recesivo. El gasto público primario cae en términos reales y el gobierno se vanagloria de esto. Pero lo cierto es que el ajuste fiscal limita la propia posibilidad de revertir la recesión.

La combinación de caída de la actividad y ajuste fiscal conduce a Argentina hacia la “trampa de austeridad”. Es decir, la caída de la recaudación producto del impacto recesivo del ajuste fiscal obliga, en pos de cumplir las metas fiscales, a profundizar aún más ese ajuste, afectando nuevamente la recaudación. Esto, desde ya, limita aún más la posibilidad de expandir el gasto público y salir de la recesión.

Los resultados de los últimos meses evidenciaron que esa trampa es una realidad que está transitando la economía local. La brecha entre inflación y recaudación viene creciendo notablemente: durante los primeros cuatro meses del año la recaudación cayó -7,3% en términos reales, en relación al mismo período de 2018. Lo más probable es que esta brecha persista durante todo 2019, dado que la inflación se mantendrá en niveles elevados, mientras que la recaudación seguirá debilitada por el mal desempeño de la actividad económica.

El Gobierno se vanagloria, pero el ajuste fiscal limita la propia posibilidad de revertir la recesión

Cada impuesto es un reflejo de las dificultades que atraviesa la economía. La caída del IVA, de -10,8% en términos reales en el primer cuatrimestre, muestra el impacto negativo de la recesión en la recaudación y, por lo tanto, en el cumplimiento de las metas fiscales.

Por su parte, el mal desempeño los recursos tributarios vinculados a la seguridad social (-16,4%) responde al proceso de deterioro del mercado laboral, afectado por varios factores vinculados entre sí- que recortan la masa salarial sujeta a imposición. Por un lado, el aumento del desempleo y de la informalidad redujeron la cantidad de trabajadores por los cuales se recaudan aportes y contribuciones. Por otro lado, la caída de los ingresos en relación a la inflación también impacta en la recaudación de estos impuestos.

Por el lado de las retenciones, la evolución de la recaudación muestra su mejor cara en lo estrictamente fiscal, sin tener en cuenta otros impactos, en exportaciones o actividad, por ejemplo. La ampliación a todos los bienes y servicios y la suba del dólar permitió un incremento de los ingresos por este concepto de 132,5% en lo que va del año, medidos en pesos constantes. Sin embargo, la recaudación viene siendo mucho más baja de lo que estimaba el gobierno originalmente. Durante el primer cuatrimestre del año debería haber aportado cerca de $125.000 M, de acuerdo a las previsiones presupuestarias, pero alcanzó apenas los $75.000 M. Cabe recordar que la evolución de este tributo es clave para las metas fiscales ya que, según el presupuesto y el programa financiero del gobierno, deberían aportar una recaudación adicional de 1,1% del PBI.

Como consecuencia de la menor recaudación, es probable que la meta de déficit fiscal primario cero no llegue a cumplirse. Si bien durante el primer trimestre el año el resultado fiscal fue equilibrado y cumplió la meta (superávit primario de 0,1% del PBI), es probable que, en los próximos meses, el resultado se aleje de las previsiones originales.

Esto obligaría a pedir un waiver del FMI, lo que seguramente implicará una fuerte revisión de la política fiscal del gobierno, y presiones para reducir aún más el gasto público. De esta manera, lo más probable es que se frene aún más el gasto en obra pública, lo que tendría impacto en materia de actividad, empleo y, por lo tanto, recaudación.

Por último, una cuestión no menor es el creciente peso de los intereses de la deuda en el gasto presupuestario, y la mirada parcial que implica centrarse en el déficit primario. En efecto, la meta fiscal es sobre el resultado primario, es decir, sin tener en cuenta los pagos de intereses. Sin embargo, el déficit financiero sería, según las proyecciones del propio gobierno, alrededor de 3,6% del PBI. Es decir que gran parte del “ahorro fiscal” se destinará al pago de los intereses, lo que muestra que la estrategia de endeudamiento y de manejo de pasivos -priorizando las colocaciones en moneda extranjera- ya están pasando factura. Y deja al descubierto el grado de vulnerabilidad externa en que se encuentran hoy las finanzas públicas, producto de las propias decisiones de política económica del actual gobierno.

En síntesis, en tan sólo un año de esta nueva relación entre el FMI y el gobierno argentino demuestran que el organismo sigue siendo el mismo de siempre: el enfoque en la reducción del déficit fiscal, como condición sine qua non, termina encerrando a la economía local en una trampa fiscal, con su impacto negativo en materia de actividad económica, empleo y producción.

*Directora de Radar Consultora