La noche fatídica en Mendoza generó resquemores en el Consejo de Fútbol. ¿El domingo, ante una Bombonera colmada, el vicepresidente escuchará reproches?
Dos bloopers se replican en las redes el temido día después de la pesadilla mendocina. El primero: Boca perdía 2-0 ante Godoy Cruz, ya en el segundo tiempo, y en su búsqueda por descontar generó una situación clara en el área que defendía el Ruso Rodríguez. Pol Fernández intentó empalmar la pelota de zurda, cuando Valentín Barco se interpuso en su camino con la misma intención. Resultado: Pol le pegó al Colo y la pelota se perdió por un costado.
El segundo: si algo faltaba para convertir el duro 4-0 en despiadada burla, el cruel detalle llegó con un rechazo de Marcelo Weingandt que dio en la cara de Alan Varela, volteando al volante central. Después de esa acción, que pareció propia del fútbol amateur, el árbitro Facundo Tello pareció apiadarse del equipo visitante y decretó el final del partido, sin descontar minutos. Y Boca regresó a Buenos Aires en silencio, sin hacer declaraciones a la prensa pero con el técnico Jorge Almirón reconociendo que había sido su peor partido desde que se hizo cargo del plantel.
Pero el ruido ya se podía escuchar. Cuando plantel y cuerpo técnico arribaron al predio de Ezeiza pasadas las cuatro de la mañana del jueves los esperaba un preocupado Juan Román Riquelme. Razones no le faltaban.
Desde antes, en las redes sociales, ya había explotado un contrapunto: después de la paliza futbolística recibida la siguiente acción del club será recibir el domingo a Lionel Messi, entre otras figuras, en el partido despedida de Riquelme, su vicepresidente.
Muchos hinchas no relacionaron los dos hechos, pero algunos, más enojados, reclamaron que no había demasiado que festejar en la Bombonera cuando Riquelme juegue por fin su partido homenaje ocho años después de su último juego con la camiseta de Argentinos Juniors y nueve después de su despedida con los colores de Boca.
Es que más allá de los comentarios y los memes, Boca cerró la pesadilla de Mendoza con la confirmación de no tener chances matemáticas para pelear el título, faltando seis fechas. Casi una obviedad como consecuencia de la pobre campaña que suma 28 puntos, 22 menos que el River puntero, en 21 partidos (8 triunfos, 4 empates y 9 derrotas).
La tabla de posiciones lo encuentra en la undécima posición, a 10 puntos de San Lorenzo (el último que ingresaría hoy a la Copa Libertadores; son tres cupos) y a tres de Belgrano (el último que ingresaría hoy a la Sudamericana; son seis cupos).
Almirón asumió la conducción técnica del equipo en la fecha 11, el 12 de abril. Fue derrota por 1-0 ante San Lorenzo. Hasta aquí dirigió 15 partidos, con 7 victorias, 2 empates y 6 caídas. Son 11 partidos por el torneo de la Liga Profesional (4/2/5) y cuatro por la Copa Libertadores (3/0/1). A nivel local lleva tres encuentros sin triunfos, en la Libertadores el panorama es mejor: ya está clasificado en el Grupo F y con solo empatar el jueves ante Monagas en la Bombonera se asegurará el primer puesto.
El rendimiento futbolístico dice otras cosas, más cercanas al torneo local que a la eficacia en la Copa. Un equipo que viene sufriendo muchas lesiones importantes (Marcos Rojo, Luis Advíncula, Frank Fabra, Exequiel Zeballos, Luca Langoni…) y muchas actualidades alejadas de la jerarquía de sus apellidos (Oscar Romero, Darío Benedetto…). Más ingenuidades defensivas, errores no forzados y falta de línea de juego.
Así como en el partido ante Racing (victoria por 3-1) acertó Almirón cambiándole la posición a Advíncula (de lateral a volante/extremo), frente a Godoy Cruz no le salió bien el adelantamiento de Barco (de lateral a enganche). Las circunstancias no fueron las mismas, claro; la apuesta de Mendoza surgió más por necesidad y el Colo cumplirá 19 años en julio.
No la tiene fácil el entrenador, más allá de algunas apuestas que desconciertan. Hay jugadores de experiencia, como Roncaglia y los nombrados Benedetto y Oscar Romero, que no levantan su nivel y entonces no logran respaldar a los más jóvenes (Medina, Varela, Barco…), por lo que el equipo no define una columna vertebral, tampoco una idea de juego clara.
El vértigo de un fútbol argentino que nunca se calma llevará a Boca de la pesadilla de sufrir una goleada histórica al sueño de recibir a Messi en su casa y al mismo tiempo homenajear a Riquelme, su máximo ídolo. Y después tendrá una noche de Copa, esa obsesión. Más locura no se puede pedir.