«Lotocki me inyectó muerte. Es una persona que debería estar tras las rejas. Me enfermó, yo tengo una insuficiencia renal. Hoy no le puedo decir asesino, hasta que la Justicia no accione». Son palabras de hace algunas semanas de Mariano Caprarola, productor artístico, crítico de moda y panelista de «La jaula de las locas», que murió este jueves en el Centro Médico Azcuénaga, donde se encontraba internado desde el lunes último.
Caprarola, de 49 años, venía arrastrando diversos problemas de salud desde hace un tiempo, relacionados a una intervención estética realizada por Aníbal Lotocki en 2010. Aquellas palabras contextualizaban una recaída que había tenido Silvina Luna, internada desde junio por una insuficiencia renal -que derivó en otras complicaciones que agravaron su estado- en el Hospital Italiano, y también atendida e intervenida por el mismo Lotocki, condenado por la Justicia a 4 años de prisión y 5 años de inhabilitación para ejercer la medicina.
La causa judicial más conocida contra Lotocki es la que le inició Luna tras sufrir una intoxicación de metacrilato, que le colocó en los glúteos en 2011, que «por la actual situación de salud que se mediatizó apuró a que la Justicia se expidiera», dicen en el entorno del médico. Pero hay otros casos tan graves aunque menos resonantes como el de la modelo Stefanía Xipolitakis, su ex pareja Pamela Sosa y la asesora de imagen y empresaria Gabriela Trenchi.
También Verónica Ojeda, la ex de Maradona, cayó en las garras de Lotocki. «Fui para una lipo porque después de haber tenido a Dieguito Fernando había quedado con exceso de peso y una amiga del ambiente me lo recomendó… El tema es que me agregó cosas en otros lugares que yo no le había pedido», denunció en televisión.
El prontuario del misionero Lotocki no termina ahí: a principios de junio, el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 60 lo procesó sin prisión preventiva como autor del «homicidio simple con dolo eventual» del paciente Rodolfo Christian Zárate (50) el 16 de abril de 2021, tras las complicaciones por una intervención quirúrgica programada. «Lo que le hizo a mi pareja fue de un nivel de perversión que no tiene explicación. Mi pareja se fue hacer una dermolipectomía, para sacar grasas, entró al quirófano perfecto y me lo devolvieron en un cajón al otro día», le cuenta a Clarín Romina Sicoli.
«Me acuerdo que Lotocki le dijo ‘Te voy a dejar impecable, te vas de alta al otro día’, cosa que no podía suceder con la cantidad de grasa que le extrajeron. Nunca me voy a olvidar: yo a Christian lo vi con vida y pesaba 92 kilos. Cuando lo fui a ver a la morgue, tenía el torso de un chico de 14 años. Este delincuente lo operó en una clínica de Caballito que no estaba habilitada para ese tipo de intervención», hace saber Sicoli.
El caso Trenchi
«Si no fuera porque lucha como una leona, mi mujer estaría muerta, porque lo que está sufriendo no tiene nombre y este malestar tiene un responsable: Aníbal Lotocki», afirma Jorge Demirdjián, médico clínico y cirujano, esposo de Gabriela Trenchi, la empresaria que en 2015 recurrió a Lotocki «sólo para colocarme unos hilos tensores para levantar los glúteos. Yo sólo pedí y pagué por eso y él, sin mi autorización, colocó otras sustancias en mis piernas que provocaron una reacción explosiva que están teniendo sus consecuencias. Una vez que terminó la cirugía, yo estaba ensangrentada y vendada desde la cintura hasta los pies. Yo no entendía nada».
Trenchi se encuentra en cama desde hace tres días, tomada de rehén por dolores insoportables. «Tomo 18 pastillas por día para poder ponerme de pie en mi casa, está mi marido médico de testigo. Lo que ocurre es que mi situación de salud derivó a la parte emocional y psicológica, y tuve que iniciar un tratamiento psiquiátrico por el cual fui recetada con más medicamentos para aliviar los ataques de pánico, la paranoia y la depresión que me tiene atrapada. Me cuesta ir a trabajar y no quiero saber nada con mi vida social, estoy abandonada».
Dermidjián la acompaña buena parte del día y la lleva a los diferentes especialistas que, gracias a su experiencia, tiene fácil acceso. «Me preocupa su estado, porque está muy dolorida en las piernas, tiene constantes calambres y pega unos gritos que me sobresaltan. Igual es una guerrera, una leona, pero desde hace un tiempo es otra mujer y hoy parece una persona discapacitada. Su diagnóstico es nefropatía, como el de Silvina Luna, con la diferencia que Gabriela no tiene calcio, sus huesos están tomados por la osteoporosis y está a nada de quebrarse».
El médico que convive con Trenchi habla sin anestesia. «Mi mujer es fuerte, pero su cabeza no frena un segundo y lo que pasa con Silvina Luna, lo que sucedió con Christian Zárate y esta triste noticia de lo ocurrido con Mariano (Caprarola), a ella la tiene muy afectada y su estado se deteriora. «Ella cree que se morirá cuando ese hijo de puta esté tras las rejas. Realmente lo de Lotocki es un caso llamativo, ¿no? Un médico que aplicó una técnica que siempre fracasó y siguió apostando por esa misma técnica».
Trenchi habla con Clarín desde su cama. Pide disculpas por los quejidos, «es que no encuentro posición. Me duelen las piernas y también tengo puntadas renales y una obstrucción intestinal por tanta porquería que me meto en el organismo. Debo hacerme una videocolonoscopía y una ecografía renal en estos días, así no puedo seguir, esto no es vida. Esta lacra me la robó… Yo era una mujer que trabajaba en mi boutique todos los días, tenía vida social, viajaba y ahora me siento un felpudo por este delincuente».
Dice Trenchi que no puede creer «la protección que tiene este tipo. Primero era (Sergio) Berni y ahora es el entorno kirchnerista, que lo apaña. Si no hubiera sido por la situación delicada que vive Silvina (Luna), la Justicia no hubiera hecho nada. Pero la gravedad de su cuadro presionó a la Justicia para condenarlo y sacarle la matrícula. Es un psicópata, un tipo que está enfermo de la cabeza e hizo mucho daño. En otro país hace rato que estaría en la cárcel».
Recuerda que cuando acudió a Lotocki, en 2015, «tenía buen concepto, pero después cambié radicalmente. No me mató de milagro. Yo me operé en una clínica que estaba en Crámer y Rivera Indarte en Belgrano, que estaba inhabilitada, y por supuesto yo no lo sabía. Él dispuso de mi cuerpo sin mi autorización y no me inoculó metacrilato, sino que utilizó un polvito que no recuerdo su nombre mezclado con silicona líquida, que directamente me envenenó. Gracias a esa intervención, mi vida es una mierda. A este paso, saco las cuentas, y siento que la próxima soy yo. Sé que me voy a morir».
Qué dicen en el entorno de Lotocki
«Es muy raro lo que está pasando y lo que provocan los medios, que no los culpa, pero la gente los consume y dictamina. Este señor (Mariano) Caprarola falleció y todavía no se saben los motivos que provocaron su muerte pero, no importa, se culpa a Aníbal Lotocki. Él tiene la culpa de todo. Yo vi los noticieros y lo que me queda claro es que a la prensa no le interesa la verdad, sino el conventillo», dice una persona muy allegada al médico condenado.
La persona consultada, que conoce a Lotocki hace muchos años, le comenta a Clarín que «al periodismo no le interesa informar con la verdad. Siento que se toca el tema Lotocki con mucha desinformación, nadie dice que las enfermedades de las personas afectadas no tienen nada que ver con el producto instalado por Lotocki. Y está probado por la Justicia, hubo juntas médicas y pericias que comprobaron que no tienen relación alguna, pero se sigue poniendo el acento en que aquellas intervenciones ocasionaron las enfermedades y no es así… La gente se enferma, todos nos enfermamos».
Sobre la ex novia, Pamela Sosa, que fue víctima de la mala praxis por el propio Lotocki, a quien denunció, esta fuente cercana al cirujano plástico señaló: «Pamela lo defendió durante mucho tiempo hasta que la relación sentimental se terminó. El doctor se separó, armó una nueva pareja y dejó de pasarle cierto dinero, con lo cual eso generó que ella cambiara radicalmente de opinión».
Sobre la situación actual de Lotocki, deslizó: «Está muy mal, está furioso pero a la vez muy caído, porque no entiende por qué es el demonio de la película. Él está averiguando a través de sus contactos qué fue lo que sucedió con Caprarola, pero está convencido que el desenlace no tiene nada que ver con la intervención que le hizo. Lotocki no hace un mea culpa, no se disculpa, porque no tiene motivos para hacerlo. No usó ninguna sustancia que no estuviera aprobada por la ANMAT. Se va a saber toda la verdad».