Marilyn Monroe (1926-1962) es un icono universal. Pero, en paralelo y a su pesar, para algunos se convirtió en vida en el arquetipo de la rubia tonta. En los Estados Unidos algunos analistas la vinculan al Populuxe, ese diseño típico de los años cincuenta y sesenta que, mediante los colores pastel y los plásticos metalizados, quería dar apariencia lujosa a los objetos de consumo.
Como los coches Cadillac o las hamburgueserías drive-in, Marilyn sería el emblema de la felicidad en clave americana.
Por ahí iban sus papeles. Pasado el periodo de las vanguardias, el cine de posguerra, el de la era dorada de Hollywood, quería guiones que vendieran entradas, sin pretensiones intelectuales.
Mezcla de candidez y atractivo sexual
En lo que a comedias ligeras se refiere, la 20th Century Fox encontró un filón en la chica dulce, no demasiado espabilada y ajena al efecto que su belleza causa en los hombres. Marilyn Monroe encarnaba bien la mezcla perfecta de candidez y atractivo sexual, un personaje a la medida del espectador masculino de la época.
Pero con ella se da una paradoja, y es esa sensación de distancia entre la imagen feliz que quería proyectar y lo que vivió. Es un personaje contradictorio, que evoca glamour y melancolía a la vez, fascinación y compasión.
Por un lado están la fama, las portadas despampanantes, los líos con estrellas del cine y el deporte… y, por otro, los celos extremos de Joe DiMaggio, la adicción a los barbitúricos, las anfetaminas y el alcohol, un miedo escénico atroz, la depresión y el posible suicidio o accidente que desembocaría en su muerte.
Se ha sospechado que arrastraba cargas de su infancia. Hija de una mujer sin recursos y esquizofrénica –de su padre ni siquiera sabía el nombre–, sus primeros años los habría pasado entre hogares de acogida y orfanatos, con abusos sexuales incluidos.
Esto a la prensa le gustó. Como su carrera se la había labrado desde lo más bajo, primero como modelo pin-up, que sería algo así como una “chica de calendario”, y luego como actriz, era un ejemplo del “sueño americano”.
Otra cara de la diva
Sin embargo, últimamente los biógrafos han descubierto una cara más perversa de ese perfil público.
Como explicó Thomas Harris, una parte del éxito de Monroe se basaba en que, por ser poco culta, de clase trabajadora y de moral liviana, el público masculino medio la tenía por sexualmente accesible. En otras palabras, lo que quiere decir Harris es que a Grace Kelly jamás le hubieran ofrecido los papeles que le ofrecieron a ella.
Es cierto que, en un principio, abrazó el personaje de rubia tonta, pero también que mantuvo una larguísima guerra con los directivos de la Fox, empecinados en encasillarla. Quería hacer otras cosas, aunque fuera de vez en cuando.
Por eso se apuntó al Actors Studio, una academia para celebridades que formaba a los actores en “el método”, un sistema que mediante la introspección en la propia vida y la del personaje buscaba crear actuaciones sinceras.
Ofreció algunas actuaciones geniales, como en Bus Stop (1956) o en Una Eva y dos Adanes (1959), porque el caso es que era buena actriz.
En The Misfits (1961), pese a los problemas que plantearon al rodaje sus adicciones, dio una de las interpretaciones más maduras de toda su carrera. Según John Huston, el director, porque no fingió las emociones, sino que era “ella misma”: “Bajaba a lo más profundo de sí misma, lo encontraba y lo traía a la conciencia”.
Por desgracia, el respeto no fue la tónica general entre sus compañeros. La mayoría de los actores y directores con los que trabajó la trataron con una mezcla de sexismo y condescendencia.
Los directivos de Fox jamás se tomaron en serio sus problemas médicos, obligándola a trabajar y amenazándola con titulares en la prensa rosa. Por eso su muerte rompió el corazón a tantos, porque tenían la sensación de que la habían explotado, y así quedó para siempre en el imaginario popular.
Décadas después, las mujeres, que en un principio se desentendieron de sus películas, se han reconciliado con Marilyn. Se hizo la tonta por exigencias de la vida y del guion, y lo hizo muy bien, por cierto. Aquí recuperamos algunos de sus pensamientos sobre su oficio y sobre los fantasmas que afrontó.
Citas de Marilyn sobre la interpretación
1) “La imperfección es belleza, la locura es genialidad y es mejor ser absolutamente ridículo que absolutamente aburrido”.
2) “Una carrera nace en público; el talento, en la intimidad”.
3) “Una actriz no es una máquina, pero te tratan como una máquina. Una máquina de dinero”.
4) “Mis ilusiones no tenían nada que ver con ser una buena actriz. Sabía lo de tercera clase que era. De hecho, podía sentir mi falta de talento, como si fuera ropa barata lo que llevaba puesto por dentro. Pero, Dios mío, ¡cuántas ganas tenía de aprender, de cambiar, de mejorar!”.
5 “Estoy tratando de encontrarme como persona, a veces no es fácil de hacer. Millones de personas viven toda su vida sin encontrarse. Pero es algo que debo hacer. La mejor forma de encontrarme como persona es demostrarme a mí misma que soy actriz”.
6) “Actuar no es algo que haces. En lugar de hacerlo, ocurre. Si vas a empezar con lógica, es mejor que te rindas. Puedes tener una preparación consciente, pero los resultados son inconscientes”.
7) “Cuando tienes un solo sueño, es más que probable que se haga realidad, porque trabajas sin confundirte”.
8) “La mayoría de la gente no se da cuenta de que en un actor hay una necesidad de soledad. Es tener ciertos secretos que dejas que todo el mundo conozca sólo por un momento, cuando estás actuando”.
9) “Quiero ser artista, no un afrodisíaco de celuloide”.
10) “Con la fama puedes leer lo que otras personas piensan de ti, pero lo que es importante es cómo te sientes contigo mismo, por supervivencia y para vivir día a día con lo que venga”.
11) “Siempre he sentido, incluso con la escena más pequeña, aunque solamente tuviera que entrar y decir “Hola”, que la gente debía obtener el valor de su dinero. Esa es una obligación mía. Darles lo mejor que se pueda obtener de mí”.
12) “Hollywood es un lugar donde te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma”.
Fuente: La Vanguardia
WD