Los viajes en tren en Francia son increíbles. Se dijo en este diario de viaje, no son infalibles y a veces hay demoras, pero la experiencia de hacer Paris – Nantes, casi la distancia entre Córdoba y Buenos Aires, en algo más de dos horas; o meter 80 kilómetros en 50 minutos en un interurbano, no tiene precio.
O sí, cuesta entre 11 y 13 euros la conexión entre esta ciudad balnearia y la estación de trenes en Nantes –Nan, si lo pronunciamos bien-, que conecta con las redes de otras ciudades. En cada estación está la advertencia por multas “en caso de que eventualmente un guarda detecte la falta de billete”, según traduce Google.
“No pasa nada. Es más barato pagar una multa que todos los días el boleto. Una vez por mes el chancho se sube a uno de estos. Ese día, si no sos pillo, perdiste”. El que habla se presenta como Marcus Marky Jr Shabadú y se define como un “viajero del mundo”. No hace falta decir que es argentino y se presentó ante el enviado tras escucharlo enviando un audio de whatsapp, aprovechando el wifi del vagón.
Es verdad que no existen los molinetes, nadie pica boletos y para comprarlos hay que tener una aplicación o usar unas expendedoras automáticas. No hay nadie detrás de ninguna ventanilla. Nadie mirando…
Los trenes tienen conexión wi fi, todos viajan sentados y hay baños. Fotos Emmanuel Fernández/ Enviado especial – Jr Shabadú cuenta que alimenta su tarjeta de crédito para sumar millas que luego cambia por oportunidades que lo terminan llevando a distintos cuadrantes del mundo. “Es la segunda vez que vengo a La Baule. Me gusta ahora, cuando parece Santa Teresita llena de jubilados, es más tranquilo. En temporada alta, este mismo tren está lleno de pibes que se suben sin boleto como rebeldía de virgo europeo. Y ahí los multan y les dan una lección de vida. Pero ahora, se puede viajar tranquilo sin pagar el boleto”, asegura.
Es verdad que es muy fácil colarse en el tren de Francia. El Roca tiene un nivel de dificultad mayor. Si las palabras de Jr Shabadú hubiesen hecho mella, aquí se estaría leyendo otra historia. Pero cuando en el viaje de vuelta el guarda pidió con amabilidad el comprobante del viaje y escaneó con su teléfono el código QR, miró como si supiera. Casi que con su mirada dijo algo así como que el hombre es bueno, pero si se lo vigila, mejor.