Siempre la inteligencia humana ha debido protegerse de los frecuentes desastres a los que ha conducido la estupidez humana. Puede suceder algo análogo con la Inteligencia Artificial.
La estupidez real siempre vence a la inteligencia artificial
Terry Pratchett
Freud consideraba que la humanidad había sufrido tres afrentas a su narcisismo. La primera era la teoría copernicana, que expulsaba a la humanidad del centro del universo y colocaba en esa posición al Sol. La segunda venía de la mano de la teoría darwinista, que mostraba que la aparición de la humanidad no había sido el propósito central de alguna creación divina sino la consecuencia de una larga evolución biológica. Y la tercera provenía de su propia teoría y era de orden psicológico: la mayoría de las acciones humanas eran involuntarias e inconscientes.
Hoy podemos repensar las afrentas planteadas por Freud y es porque la cosa no fue tan así. A partir de la Modernidad, el hombre surgió como un nuevo Narciso; y es que a pesar de tener que abandonar la idea de que era el centro astronómico del universo, el viraje copernicano le permitió considerarse el sujeto-centro del conocimiento. En cuanto a la segunda afrenta, ¿cuándo existe un mayor narcisismo: en suponer que el hombre es el centro de una creación divina, o que es el producto más avanzado de una evolución natural cuya máxima expresión intelectual sería hoy la Inteligencia Artificial (IA)?
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El mito narra que Narciso (¿la humanidad?) vio su hermosa cara reflejada en el agua de un arroyo y se enamoró de su propia imagen (¿la IA?), y que sin poder resistirlo quiso besarla y murió ahogado. Hoy el narcisismo humano, que supone una justa autoestima asociada a los extraordinarios logros de la razón, también corre el peligro de “ahogarse” y sucumbir ante su producto más acabado: la IA. Y es que los peligros que encierra no son muy diferentes a los que ha deparado el mal uso de la inteligencia humana a lo largo de la historia. Respecto a la tercera afrenta, Freud sí tenía razón: ¿en qué medida la IA no dominará de manera inconsciente nuestros actos?
Ahora bien: “para juzgar el progreso no basta conocer lo que nos da; hay que conocer también lo que nos quita” (B. de Bodinat). Y es que el progreso más cabal proviene de la aplicación de la inteligencia humana, la misma que ha operado con frecuencia de manera muy estúpida ya que de ella han surgido aplicaciones virtuosas pero también nefastas. Por eso A. Grothendieck ha sostenido que “los átomos que despedazaron Hiroshima y Nagasaki no fueron separados por los dedos grasientos de un general, sino por un grupo de físicos armados con un puñado de ecuaciones”. Así como el desarrollo de la energía nuclear fue producto de la prodigiosa inteligencia humana, arrojar la bomba atómica fue la consecuencia de su maligna y nociva estupidez.
Decía J. Salk que si todos los insectos desapareciesen en 50 años, toda la vida en la Tierra desaparecería; pero si todos los seres humanos desaparecieran de la Tierra, en 50 años todas las formas de vida florecerían. Así como el progreso derivado de la explotación de los recursos naturales fue producto de la inteligencia humana, la contaminación y el cambio climático están ligados a una aplicación descontrolada del progreso tecnológico montado en la típica irresponsabilidad de la estupidez humana.
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La IA se denomina así porque está literalmente “localizada” en máquinas. ¿Qué control podrá haber para evitar que estas le den preeminencia a los usos más nocivos de la inteligencia humana? No resulta descabellado afirmar que la humanidad probablemente no pueda dominar la IA por lo mismo que no ha podido dominar su propia inteligencia cuando ha estado al servicio de los incontrolables poderes políticos y económicos.
La IA puede pasar a ser dominada por una Estupidez Artificial (EA) con un poder autónomo y destructivo: un definitivo golpe al narcisismo humano. ¿Acaso las máquinas no podrán competir con nosotros adoptando una suerte de “narcisismo artificial” a expensas del legítimo orgullo que poseemos gracias a los extraordinarios logros provenientes de los usos apropiados y conscientes de nuestra inteligencia, cuando esta es empleada al servicio de la humanidad?
Requerimos que la IA adquiera y aplique conocimientos para mejorar la vida, no que se la aplique de manera descontrolada; menos aún facultarla para que tome decisiones nefastas que involucren desde el desarrollo de tecnologías destinadas a la guerra hasta la perversa manipulación de la información. Pensadores relevantes como N. Chomsky e Y. Harari han advertido sobre la tragedia que resultaría de la falta de regulación de la IA en lo que hace a sus aplicaciones. Deberíamos agregar que lo que habría que haber regulado desde hace varios siglos es la inconsciente estupidez humana, la misma que podrá contaminar la IA con Estupidez Artificial.
*Escritor, filósofo y físico