Quienes han tenido la oportunidad de visitar Bariloche seguramente recordarán la chocolatería Mamuschka. Su punto de venta principal se encuentra en una icónica esquina de esa ciudad patagónica.
La firma nació en 1989 en San Carlos de Bariloche. Su fundador, Juan Carlos Carzalo es contador, pero como tantos emprendedores encontró otro camino que lo apasiona. A la hora de buscar un nombre, algo que no es sencillo a cuando se funda una empresa, cuenta que “un día visité la casa de un amigo cuya esposa es de origen polaco. Noté una muñeca mamuschka en un mueble. Intrigado, le pregunté sobre ella, lo que dio lugar a la reveladora historia que finalmente inspiró el nombre”, recuerda el empresario. Hace alusión, entre otras cosas, a una madre de familia, al calor de hogar, la prosperidad y la abundancia.
“En los comienzos enfrentábamos una realidad sumamente desafiante, con preparativos que no alcanzaban a cubrir las expectativas y un progreso que parecía estancado o avanzaba lentamente. Sin embargo, todo cambió con la llegada del primer éxito de la casa: el timbal. Son capas superpuestas de chocolate que conquistaron a varias generaciones. Pero pronto, nos vimos en la posición de esquivar un obstáculo: nuestro maestro chocolatero se retiró, por lo que tuve que asumir la responsabilidad mientras gestionaba diariamente la parte contable. A pesar del caos inicial, logramos encaminar las cosas y, a tan solo dos meses de la apertura, pudimos innovar creando la mousse de chocolate y la mousse de limón, dos éxitos que perduran hasta el día de hoy”, relata Juan Carlos Carzalo.
El distintivo color rojo en su comunicación, donde se destaca la matrioshka (como se llama correctamente), tiene un significado profundo para Juan Carlos: “aquí estamos nosotros”. dice.
La empresa ofrece una amplia variedad de productos, que incluyen más de 115 tipos de chocolates. Un rasgo distintivo es que toda su línea sigue el principio “bean to bar”, que significa “desde el grano a la barra”. Además, se destaca por emplear prácticas de elaboración orgánica, sin aditivos, y por seleccionar cacao directamente de zonas amazónicas en Panamá, Colombia, Perú, Ecuador y Venezuela.
El timbal de dulce de leche, el tiramisú, las latitas, entre otros productos son parte del ADN de Mamuschka. Son libres de gluten y no contienen lecitina de soja.
Con más de tres décadas de experiencia en el sector, la creciente demanda en los últimos tiempos llevó a la empresa a expandirse, abriendo locales en diversas partes del país, ya que la fábrica original quedó pequeña para satisfacer la creciente demanda.
“Éste fue el punto de partida de una marca que nunca dejó de crecer y sumar nuevos locales en diferentes ciudades del país, como Buenos Aires, San Martín de los Andes, Villa La Angostura y Calafate”, Hoy la empresa cuenta con 345 empleados; la producción alcanza las 462 toneladas anuales. La fabricación es artesanal, para lo cual se requieren tres turnos de trabajo; es decir, nunca para.
En el 2015, y tras dos años de reformas y auditorías, la fábrica recibió la certificación Libre de TACC por parte del Ministerio de Salud de la Nación. También eliminaron la soja de sus recetas, casi en un 100% transgénica. Y algo parecido sucedió con el maíz. “Queremos hacer alimentos ricos, pero también sanos”, afirma el fundador del negocio.
For export
Hoy la chocolatería Mamuschka además de exportar su producción a Estados Unidos , Japón y Chile, sus alfajores y sus latitas llegan a todo el mundo a través de plataformas e-commerse.
“En 2017 participamos en dos de los concursos más importantes internacionales de chocolates a “cata ciega” como la International Chocolates Awards, con sede en Nueva York y la Academy International Awards con sede en Londres. Hasta ahora y a lo largo de los años ganamos en las distinta categorías 38 premios. Muchos están exhibidos en cuadros en las paredes de nuestro local de Bariloche .Tenemos premios en diferentes certámenes del mundo”, cierra.