Un disco póstumo es aquel que se edita después de la muerte de un artista. Pero para que verdaderamente lo sea, debería haber sido el trabajo inconcluso, aquello a lo que el músico estaba dedicado cuando la muerte golpeó su puerta. El flamante álbum Marciano 2001 cumple con alguno de esos requisitos pero no con todos.
Marciano Cantero, cantante, bajista y cara visible de Enanitos Verdes, murió el 8 de septiembre del 2022 y este disco está fechado en 2001, cuando libraba su propia “odisea del espacio”, tratando de hacer lugar para sus instrumentos y computadoras en un monoambiente donde compartía los fines de semana con su hijo Javier Cantero, que por aquel entonces tenía nueve años. No eran demos para el próximo trabajo de los Enanos sino una mezcla de laborterapia, catarsis y duelo post-separación.
Afuera, la ciudad rugía con la crisis socioeconómica que terminaría por eyectar a Fernando De la Rúa de la primera magistratura. Pero Marciano no reflejaba esa coyuntura sino que cantaba: “Vivo en una palmera, todo me chupa un huevo”. Al mismo tiempo, le preparaba sopa de arroz a Javier, jugaba con él al Contra, paradójicamente un juego de matar marcianos, y cantaba temas de este disco como Hombre sapo, Su majestad el rey o Marciohead, porque la banda favorita de Javier es Radiohead.
El tipo que hacía sopa de arroz
“Este disco es la banda sonora de mi vida en esa época», razona hoy, Javier Cantero, 32 años, músico, en charla con Clarín. «Es por lejos mi disco favorito -prosigue- hecho por mi papá. Por varias razones; primero, fue la última época en que mi viejo vivió en Buenos Aires, y también mi último tiempo de tener papá todos los días, porque después se fue a vivir a México. Siento que este disco siempre estuvo en la parte de atrás de mi cerebro, marcándome mis gustos y nunca pude realmente apreciarlo del todo hasta que lo volví a escuchar de grande”.
De alguna manera, este disco funcionó como extensión de padre para Javier y se brindó como herramienta para que padre e hijo pudieran transcurrir un poco más de tiempo juntos, ya que fue él quien se encargó de ponerlo en valor para que pudiera ver la luz de la edición.
“Es que este no es un disco de Marciano Cantero: es un disco de mi papá”, explica Javier. “Para mí, Marciano Cantero es Enanitos Verdes, es Yo te vi en un tren, La muralla verde o Lamento boliviano. Es como Charly o como Cerati. En cambio este disco es del tipo que me hacía la sopa de arroz”.
La muerte de su padre
Ese tipo, Horacio «Marciano» Cantero, murió de un cáncer de riñón. “Ese cáncer es el más traidor porque no da síntomas, o sea puede estar años y años nada más gestándose. Pero en la fase final te afecta mentalmente, y larga toxinas que hacen que el cerebro se comporte diferente. Eso lo percibí cuando vi que salía Get Back, la película de Los Beatles y a él no le interesó. Además, era muy contrario a los médicos: si se hubiera hecho una ecografía hace quince años, todavía estaría aquí.”
Alguien de Mendoza llamó a Javier cuando su padre ya había sido internado y le dijo que fuera inmediatamente o se iba a arrepentir: era un médico que había visto estudios anteriores: “Fui y pasé dos semanas en el hospital, que fueron un regalo de Dios porque en ese tiempo me despedí. Él tenía conciencia de lo que le pasaba, y de hecho le preguntó al doctor si iba a poder seguir cantando porque le quitaron un pedazo de diafragma”.
En ese tiempo, Horacio/Marciano y Javier pudieron escuchar música juntos, soñar con un viejo proyecto de viaje a Inglaterra para conocer al bajista de XTC (Colin Moulding) y poder despedirse.
Un trabajo solista casi new-wave
Marciano 2001 es más que un disco póstumo: es un álbum de familia. Funciona así, desde la gráfica, donde se ven dibujos infantiles sobre un CD virgen (que ya no lo es), con el título hecho a mano y una dedicatoria a Cecilia, la mamá de Javier, con quien quiso regresar.
Las canciones también están hechas un poco con ese objetivo, como No puedo olvidarte. Marciano/ Horacio, canalizaba todo a través de la música: era el aire que respiraba, hecho de notas y armonías. El disco tiene algo de foto vieja, ya con el sepia de las décadas, pero también suena fresco, alegre, vital, melodioso, casi new-wave.
“Cuando se murió mi papá pensé que tenía que terminar el disco que comenzamos a hacer juntos en pandemia. Pero a la vez estaba tan vacío, tan triste, que no podía. Nunca, jamás, pensé que la muerte de un padre podía ser tan devastadora».
Y agrega: «Este otro trabajo, cuando lo escuché, fue como sentir de nuevo la motivación; sentir que quería dedicarle todo el tiempo del mundo para que salga, la gente lo cante, y yo también. ¡Es tanto el amor que tengo por estas canciones! Y eso que en ese entonces él se estaba separando de mi mamá, estaban yendo y viniendo. Todas las canciones son: ‘te amo, pero nos vamos a pelear de nuevo’, y las que no son de odio a la ciudad, ‘odio los departamentos y la vida ajetreada’”.
Otra paradoja de Marciano 2001 es que, pese al ambiente familiar de crisis y al contexto desfavorable que vivía el país, es un disco absolutamente dichoso. Al menos, desde lo musical. “Me pregunto cómo hizo para convertir toda esta cosa horrible en un disco tan alegre y espectacular. Y se me contagio y pensé que tenía que celebrar a mi papá con este disco».
Sigue Javier: «Cuando se murió pensé que, si iba a trabajar en algo, tenía que ser en este disco. ¡Me chupa un huevo si dicen ‘éste está a la sombra del padre’» Nada me gusta más que digan: ‘Mirá, se dedica a hacer las canciones del padre’. ¿Cómo no, si son temazos? Pero este disco va por otro carril: si tengo que cantar Lamento boliviano, me mato”.
No lo dice por la canción: sino porque en ese caso estaría cantando los temas del vocalista y bajista de Enanitos Verdes y no los de su padre.
En la portada, Marciano Cantero está saliendo de un negocio, feliz como un chico, sosteniendo una caja de juguetes: su pasión era el aeromodelismo. “Está saliendo de Astroflight, en Irvine, California, que es una fábrica de motores de aeromodelismo. Mirale la cara: estaba chocho. De esto sí se daba corte. ¿Enanitos Verdes? Olvidate: mirá este avión, íbamos los veranos a Miramar, a las competencias de aeromodelismo. Para él, construir un avión era un proceso de amor de principio a fin”.
Algunos temas de este disco finalmente salieron a través de Enanitos Verdes, como No puedo olvidarte, del disco de 2002, Amores lejanos. “Para mí cobra otro sentido: fue la canción que volvió a unir a mis padres, al menos por un tiempo. Es un tema hermoso; los Enanos la hicieron más como una power-ballad; éste es un tema desgarrador y cuando lo escuchás te das cuenta lo que está sufriendo: es él solo con la guitarra criolla”.
Y es verdad: es una balada rockera, hermosísima, que hace pensar en la cantidad de grandes canciones del repertorio de Enanitos Verdes que pasaron desapercibidas para el público argentino, pero que encontraron su lugar en el corazón del público latinoamericano. Nunca dejó de ser una anomalía una banda de rock argentino exitosísima en Latinoamérica, con grandes giras por México y Estados Unidos, que incluso habiendo tenido enormes éxitos radiales, no convocara público en su patria.
“Mi papá vivía bien esa dualidad –afirma Javier- y nunca se resintió con Argentina, porque creo que fue una decisión consciente de Enanitos Verdes de apuntar hacia afuera. Así como cuando les fue bien en Mendoza, se dijeron que tenían que venir a Buenos Aires, después pensaron en ir al exterior. Y siguieron escalando: esa última gira en Estados Unidos de treinta y pico de ciudades es el sueño de cualquier argentino”.
Tras la muerte de Marciano, Felipe Staiti, único miembro original en la formación decidió seguir adelante, tomar la voz cantante e incorporar a Guillermo Vadalá como bajista de la base rítmica que completa Jota Morelli. “Siempre tuve buena relación con los Enanos, con Jota, Felipe e incluso hasta con Daniel (Píccolo, primer baterista del grupo), pero era como una relación que tenés con los amigos de la oficina de tu viejo”.
Marciano 2001 va a tener un correlato en vivo: el 31 de enero, Javier va a estar tocándolo con su banda en Mendoza, y si los vientos ayudan, también lo hará en Buenos Aires y en algunas ciudades de Latinoamérica.
“Quiero tocar este disco para mi familia y también para mis amigos de Buenos Aires, porque hay mucha gente que no las conoce. Y si me piden también algunos temas de Enanitos; no los hits, sino temas escondidos, canciones como Cosas que amo, el onceavo tema del disco Planetario. No quiero salir a tocarlas como hijo: quiero tocarlas como fan”.