Gordon Gekko: La edad plateada, si llamamos así a lo que dejó Biden, ya era muy buena de por sí. No va a ser fácil superarla. Ahora bien, Trump no hizo ninguna mención específica a su idea fuerza de aplicar aranceles a mansalva. Nada que fuera disruptivo. Me queda claro que tampoco quiere estropearla.
G.G.: Yo, no. Y Wall Street, a juzgar por las subas fuertes de la última semana en la Bolsa, y el retroceso de las tasas largas, tampoco. Hace un buen tiempo que los aranceles pasaron a un segundo plano. Y también China.
P.: Trump habló por teléfono con Xi Jinping, unos días antes, y la comunicación, dijo, fue muy constructiva.
G.G.: China pasó primero a un segundo plano, y los últimos días, inclusive, a un plano cordial. No hay mejor ejemplo que la saga de Tik Tok. El presidente hoy es su mejor abogado.
Gordon-Gekko Diálogos
P.: ¿Cambió la agenda con China con respecto a la confrontación de su primer mandato? ¿O en la campaña?
G.G.: No creo. Cambiaron quizás las formas, pero no el fondo. Cambiaron también las personas. No es el mismo Trump que ocho años atrás. Eso, a esta altura, comienza a ser evidente. Y en este gobierno no está (Robert) Lighthizer, su halcón de comercio (sino un adjunto suyo, Jamieson Greer, con nula visibilidad). Ni siquiera Peter Navarro, aunque sea para hacer ruido. Pero, no se confunda, China es una obsesión que ya vimos que va más allá de los presidentes y de los partidos.
P.: Puede cambiar el abordaje, la estrategia, pero no el propósito de frenar el ascenso de China.
G.G.: Así es. No hay que ser tan ansioso tampoco. Si Trump dialoga con Xi Jinping, los que pueden morder después son sus funcionarios. En el primer mandato de Trump, no se olvide, la guerra comercial se inició los últimos dos años, cuando se perdió el control del Congreso. No está para nada dicha la última palabra.
P.: Uno lo escuchaba a Lighthizer, un año atrás, y lo que tenía preparado era una operación comercial implacable. No solamente contra China, que sí se llevaba la peor parte.
G.G.: Que se iba a ejecutar desde el primer día, según Trump candidato.
P.: Ese plan no existe más. ¿O me equivoco?
G.G.: Esa gente, salvo Greer, no llegó al gabinete. El plan de Scott Bessent, el secretario del Tesoro, siempre fue otro, pero comercio y aranceles no eran el corazón de su mensaje. Stephen Miran tiene un plan. Kevin Hasset, también. Pero cuando hay tres planes dando vueltas, no hay ninguno. Y ese vacío, que habrá que llenar, y que se va a cubrir, es la principal señal que dejó la inauguración presidencial.
P.: ¿Un Trump que ladra, pero no muerde?
G.G.: Que puede morder el Canal de Panamá, que no le atiende el teléfono a José Mulino…
P.: ¿A quién?
G.G.: A su presidente. Mientras conversa con Xi Jinping. Una cosa es pelearse con Corea del Norte, Irán y China y otra elegir a Panamá, Dinamarca y Canadá, tres países amigos. Y, de hecho, Trump se abstuvo de arremeter contra estos dos últimos en su discurso. Es el líder feroz de siempre, pero eligió rivales sensiblemente más pequeños. Una cosa es agitar el fantasma de una guerra comercial universal y otra, la deportación de inmigrantes. La cuota de beligerancia quedó cubierta, pero se ve que con gusto a poco. Y por eso hoy (por ayer) se puso sobre la mesa la idea de escalar los aranceles al 25% para las importaciones desde México y Canadá. Pero es lo que ya se había esbozado en noviembre. ¿Dónde están los detalles?
P.: No están. Pero, a su tiempo, dice usted, van a aflorar.
G.G.: Así es. ¿Se acuerda de James Carville, el asesor de Bill Clinton?
P.: El que quería reencarnarse en el mercado de bonos, porque las tasas de interés le doblaban el brazo a cualquiera.
G.G.: Tenía mucha razón. Trump hizo un discurso a la medida de Wall Street. Lavado de complicaciones relevantes. Era eso o asestar un sablazo terrible y dejar que las tasas largas atacaran el umbral de 5%.
P.: O ir a buscar al S&P 500 por debajo de lo que valía cuando se definió la elección.
G.G.: Las dos cosas. Trump no ganaba nada con esa exhibición de fuerza, salvo estropear la inauguración. Lo que quiera hacer lo podrá hacer si es algo sensato, tiene paciencia y, su gente, un mínimo de pericia. Heredó la Edad Dorada que promete. La recibió de Biden, financiada con deuda. Mal puede empezar arruinando el mercado de bonos. Trump ya mostró que puede convertir en oro las cosas que toca. Pero no cualquier cosa, no todo el tiempo, tiene que dosificar los trucos.
P.: ¿Le parece?
G.G.: Lo hizo con su memecoin $TRUMP. Pero no es Einstein. El memecoin de Melania ya fue una pérdida neta. También demostró que puede fundirse manejando un casino.
P.: Y varias veces.
G.G.: Es un gran comunicador, no es un gran administrador. Tiene una agenda que es muy popular y personal. Pero deberá separar la paja del trigo, y graduar los componentes que son tóxicos si no quiere o puede silenciarlos por completo. Pero ahora tiene una wild card que no tenía en su primer gobierno – Elon Musk, a quien le sobra talento –. Habrá que ver si consigue ensamblarlo. De movida, Musk ya se quedó en soledad con el manejo de la motosierra. Vivek Ramaswamy quedó en banda. Y Trump le compró la idea de colonizar Marte. Una agenda así es grandiosa y no le va a complicar la digestión a nadie. Por lo menos mientras no se irriten los marcianos.