A esta nota hay que leerla escuchando Las Paces, de Las pastillas del abuelo. Una canción que inicia: “No habrá pilchas que reemplacen camisetas / Cuando bajen las banderas de los clubes / Si en tu rostro se reflejan otras jetas / El cemento se hace carne en multitudes…” Una canción que, dice Melania Ojeda, la protagonista de historia, la representa.
Y suenan los acordes, mientras en Perfil Córdoba dialogamos con la futbolista que actualmente se desempeña en Barrio Parque, y es una de las referentes de esa institución que atraviesa un gran presente en el fútbol femenino de la Liga Cordobesa.
A ‘Mela’ – como le dicen sus amigas – el fútbol no le gusta: la apasiona, la desarma, la sacude. No sabe nombrar una sola parte que no le guste. “Todo, todo, todo”, dice, como si enumerarlo fuera una tarea menor frente a lo inmenso que le provoca este deporte. Con su marcada tonada cordobesa, habla con esa mezcla de certeza y vértigo que tienen los cuerpos cuando saben que están vivos. Porque para ella jugar no es simplemente correr detrás de una pelota: es una ceremonia cotidiana de escape, de reencuentro, de pertenencia.
“Vamos, Mami, a ganar”, la arenga que llenó de ternura un partido de la Liga Cordobesa
Les propongo este juego: imaginarla. Imaginarla cualquier día de la semana en su club, después de haber trabajado desde temprano, con la espalda cansada y la cabeza llena de pendientes, pero con los botines listos. Melania se transforma entre los límites del césped y las líneas de cal: ahí donde los nervios, lejos de incomodarla, la invitan a una especie de ritual interno. Ella dice que hay una mezcla de todo: ansiedad, adrenalina, risa compartida, transpiración, y ese tercer tiempo que no siempre tiene cerveza, pero sí complicidad. “Me gusta hasta el nerviosismo de antes”, confiesa, como si esa zozobra anticipada del sábado fuera un regalo secreto que el fútbol le guarda cada semana.
Ojeda, que se inició en Belgrano, allá por el 2012, que luego pasó por Universitario, Huracán de Barrio la France, General Paz Juniors, siente que ahora en Barrio Parque el club es su casa. ¿Por qué? “A mis compañeras las veo más que a mi familia”, dice sonriendo, y en esa frase no hay queja sino una especie de asombro amoroso. Porque entre las líneas blancas no solo juega: se olvida del mundo. Y en ese olvido, encuentra algo parecido a la libertad.
¿Seguimos escuchando Las paces? Sí, seguimos. “Pero vos que sos mi amigo de la infancia / Nos criamos en potreros y baldíos”. Y Melania sigue contando:
“Juego el fútbol desde muy chiquita. Yo me acuerdo, tengo recuerdos de mi infancia, de jugar en el barrio, en un callejón. En un callejón, salía con compañeritas y compañeritos del barrio, peloteando, jugando al gol entre, el típico juego de barrio”.
Melania juega al fútbol desde siempre, desde antes de saber que eso también podía ser un destino. El juego era el juego. El fútbol, ¡qué hermoso juego! Cuando sus padres salían a trabajar, su tío la cuidaba. Y peloteaban también. Como si el fútbol hubiera sido siempre su idioma común. En la primaria, llegó la Copa Jetix. Un torneo que veía por televisión y terminó jugando. “Formamos un equipo femenino en el cole”, dice, como quien todavía no cree que algo tan grande empezara tan simple.
En 2012, un preceptor del secundario —de esos atentos— le preguntó si se animaba a probarse en Belgrano. Y Melania, que ya era hincha del ‘Pirata’, no lo dudó. Le contó a su mamá, su mamá la llevó. Una semana de pruebas, días largos. Y quedó. Ahí comenzó su camino formal en la Liga Cordobesa. Pero el fútbol ya vivía en ella mucho antes.
“Pasé por la mayoría de las etapas de la liga cordobesa con el fútbol femenino, desde que comienza la liga, cuando éramos pocos equipos”, recuerda; y continúa: “Después pasé por etapas de que era obligatorio, de que no era obligatorio, y de que se volvían a retrotraer y decir que era obligatorio, que si no presentaban el masculino salía perjudicado, pasé por todo y hoy en día el fútbol femenino da mucho que hablar porque está creciendo muchísimo”.
Es palabra autorizada para hablar del crecimiento del fútbol femenino. Por eso, también expresa que “obviamente falta”, más allá de que ya no hay “tantas trabas como antes”. Y aclara: “El fútbol femenino sale a flote por las mismas jugadoras, por las mismas DT mujeres, por asociaciones que luchan por el fútbol femenino… Hay clubes, mi club, acá en Barrio Parque, que tiene un crecimiento. Las escuelitas de fútbol femenino, cómo van creciendo las sub-15, sub-17, el fin de pasado debutó por primera vez en Liga Cordobesa la Sub-11. Entonces está teniendo un crecimiento enorme que antes capaz que si vos te ponías a ver, en el 2012 cuando empecé, nadie se lo imaginaba”.
Ella tiene 30 años y disfruta el camino transitado y se emociona con lo que vendrá. Tiene optimismo. Las puertas se abrieron y hay muchas niñas que juegan.
“Yo empecé de grande, me hubiese gustado tener la formación que tienen hoy las más pequeñas”, expresa, y con un tono casi melancólico dice: “aprendí a los golpes, aprendí a jugar a los golpes, digamos sobre la marcha, con otro tipo de enseñanza, la técnica la aprendí de grande, la idea del juego la aprendí de grande”. Dice y su mirada mira atrás. Otros tiempos.
“No me quejo, porque a mi edad puedo seguir jugando”, exclama y asegura que tiene todavía mucho por dar.
“Es el mejor trabajo que he tenido”
– ¿Fuiste profe de algunas jugadoras más chicas que vos que hoy son tus compañeras en Parque?
– Sí, sí, fui profe de algunas de las jugadoras de acá de Barrio Parque, algunas son compañeras mías y comparten acá el mismo equipo para competir los sábados, y a otras las veo ya en la sub-15, en la sub-12, las veo enormes, de aquella primera vez que yo tomé ese grupo de chicas, y hoy en día veo el crecimiento que tienen. Ellas me hacen sentir orgullosa… Haber formado parte de ese crecimiento, aunque sea en lo más mínimo me llena de orgullo.
Ella juega. Observa. Disfruta. Algunas de las más intrépidas le dicen la ‘vieja’, pero en tono de broma, porque es la más grande del plantel. Pero todas la llaman ‘Mela’. La quieren, se hace querer. Y aporta al equipo que conduce Ayelen Bruno Kunath. Desde que está en Parque pasó por varias posiciones a pedido de la entrenadora. Ha jugado de mediocampista, de interna, de extrema. La DT le decía: probemos. Probaban y llevaban a la acción. Actualmente está jugando de marcadora de punta por derecha. Es polifuncional. “Soy una comodín para la Aye”, dice entre risa.
Lo mejor que tiene Barrio Parque es el sentido de pertenencia, resalta ‘Mela’, quien dice que se nota en cada deporte: fútbol, handball, voley, hockey. Cada jugadora defiende los colores como si fueran una segunda piel.
Melania lo dice sin vueltas: se ven tanto, se conocen tanto, que se saben en el silencio. Si una compañera está callada cuando suele hacer chistes, ya saben que algo pasa. Se cuidan. Se arropan. Se acompañan.
Ese vínculo va más allá del escudo. Es defender lo que se ama. Llevar la camiseta de Parque con orgullo, dejar al club bien parado, en la tabla y en la vida.
Y no es solo de las jugadoras. Lo sienten también los cuerpos técnicos, los dirigentes. Todos empujando para lo mismo: que el club crezca. Que siga siendo ese lugar al que siempre se quiere volver.
Pero desde hace un año hay un plus: la presencia de Romina ‘Pepa’ Gómez, leyenda del fútbol femenino.
– ¿Qué significa para ustedes jugar con la ‘Pepa?
– Un orgullo. Empezó todo como una broma, cuando ella estaba en River o en Belgrano, le decíamos que el verde le podría quedar bien. Fue una vez la vimos con la remera de Barrio Parque y le empezamos a decir que lindo que te queda el verde. Y lo empezamos a imaginar. Un día la Pepa decidió volver a Córdoba, después de su pase por River, y ahora está jugando con nosotras. Es genial, ¿qué querés que te diga? Verla en la cancha y jugar con ella, aporta esa experiencia al equipo. Es hermoso. Yo había compartido entrenamientos en Belgrano, pero ahora es otra cosa, acá comparto los partidos, los tercer tiempo, ideas, pensamientos, jugadas, y es genial. Y es lindo ver también cómo las más pequeñas la siguen y le prestan atención y la escuchan y le hacen caso. Es hermoso ver cómo ella aporta desde su lugar mucha experiencia al fútbol de Barrio Parque.
Melania Ojeda trabaja de lunes a viernes, visita negocios, camina góndolas, ofrece productos, escucha radios encendidas en los kioscos y aprende a lidiar con los tiempos de otros. Pero cuando juega al fútbol, todo eso queda atrás. Ahí no hay promociones ni planillas, solo el cuerpo disponible, la mente limpia, el alma en movimiento.
Le gusta Paulo Dybala; no por el brillo, sino por el camino. Y admira a Aldana Cometi, por cómo juega y cómo pisa la cancha con esa mezcla de inteligencia y templanza. Continúa sonando la canción de Las Pastillas del Abuelo y de pronto todo tiene sentido: el grito, el llanto, la tribuna, el juego limpio. Ella lo escucha y se imagina adentro. Corriendo sin más intención que la de disfrutar. Como cuando era una nena y jugaba en el callejón.
“Cuántas veces he sufrido tus cargadas / Cuántas veces fui verdugo a tu lamento / Para luego festejar a carcajadas / En un abrazo de amistad que es monumento.”
Tal vez eso sea el fútbol para Melania. Un modo de volver a lo esencial. De no perderse. De recordar quién es cuando nadie la ve, cuando no está vendiendo, ni cumpliendo, ni llegando a horario. Cuando solo es ella, una pelota, y una camiseta que se lleva como se lleva la piel. Con historia, con orgullo, y con una alegría que no se negocia.