Durante una caravana de campaña, en Lomas de Zamora, el presidente Javier Milei fue protagonista de un incidente que dejó en evidencia el profundo malestar social que genera su gobierno. La manifestación de rechazo, que incluyó un semaforazo con concentración de vecinos, bocinazos y un fuerte reclamo para que se vaya, es una expresión del cansancio de la población ante un gobierno que insiste con un ajuste salvaje sobre los sectores populares. La caravana de Milei fracasó y el diputado liberfacho Espert tuvo que escapar en la moto de un militante.
Este hecho no puede desvincularse del contexto de descontento generalizado. Las medidas económicas de la administración libertaria, que solo benefician a los sectores más concentrados. A este panorama se le suma la sucesión de escándalos de corrupción que salpican al oficialismo, desde los casos de enriquecimiento ilícito hasta los negociados con fondos públicos, como son los casos de ANDIS y la estafa de $LIBRA. La gente percibe que mientras se le exige sacrificio, la casta política sigue lucrando.
El episodio en Lomas de Zamora no es un hecho aislado de violencia, sino un síntoma claro de la resistencia que despierta un proyecto de país que prioriza los intereses del mercado sobre las necesidades básicas del pueblo. La piedra que impactó no es más que la materialización de una rabia justificada.
La respuesta del gobierno, intentando atribuir el hecho a “infiltrados“, busca criminalizar la protesta social y ocultar la verdadera causa: su propio fracaso en aplicar políticas que alivien la crisis que ellos mismos profundizan.
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