No fueron asambleas en fábricas o en universidades las que forjaron su experiencia, en medio de acalorados debates enfrentando, ideológica y argumentativamente, a otros dirigentes. Tampoco fueron interminables campañas electorales las que cimentaron su formación, a partir del diálogo y el contacto directo con sus votantes. Nada de eso: la carrera política de Javier Milei se construyó en estudios de televisión. Pero a pesar de que su figura es fruto de un ensayo más mediático que político, desde el día que asumió su gobierno, Milei solo se preocupó por acrecentar su encono contra los periodistas.
De esa forma tan curiosa, el anarcocapitalista que pregona la libertad, terminó siendo el que más la cercena. Milei se convirtió esta semana en el primer presidente que, desde el regreso de la democracia argentina, impuso un plan de censura previa contra un medio de comunicación. Viva la libertad, carajo. Pero sin libertad de prensa. Desde hace tiempo, Alberdi ya no es parafraseado en las Fuerzas del Cielo.
“A estos pseudo periodistas les quiero decir que les llegó el momento de tener que bancarse el vuelto por haber mentido, calumniado, injuriado y hasta haber cometido delitos de extorsión”, dijo Milei el año pasado, en una entrevista con Lex Fridman. “Los periodistas son torturadores seriales”, completó frente al influencer estadounidense, que es considerado un héroe entre los votantes de Donald Trump por cuestionar violentamente a los medios tradicionales.
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
El gobierno republicano viene protagonizando una dura disputa contra la prensa en los Estados Unidos, a la que acusa de difundir fake news y estar al servicio de una agenda woke. Es, hay que decirlo, la misma estrategia de batalla cultural que Milei incorporó para la Argentina.
Según el Monitoreo de Libertad de Expresión del Foro de Periodismo Argentino (Fopea), desde que se inició la gestión de Milei, el periodismo argentino sufrió más de cuatrocientos ataques. De ese total, el hostigamiento, los insultos y la violencia digital se mantienen como las principales agresiones. Fopea advierte que, con un promedio de una provocación cada dos días, el deterioro de la libertad de expresión en Argentina es muy alarmante. Y la situación se agrava porque aparece el propio Presidente como el principal hostigador a la prensa, con 111 ataques a la prensa realizados tan solo en lo que va de este año.
Un análisis de los informes que Fopea presenta anualmente, demuestra que desde que asumió Milei los ataques a los periodistas han ido en aumento: 116 en 2023, 173 en 2024 y 220 en 2025. Se trata del mayor nivel de amenazas al periodismo que se registra Fopea desde que se realiza este estudio en 2008. Mientras que el predominio de los más altos funcionarios públicos entre la lista de atacantes es, a su vez, lo que más preocupación genera: el Monitoreo muestra que durante el primer año de Milei, el 82% de las agresiones a la libertad de expresión estuvo protagonizada por quienes ocupan un cargo público o representan a algún poder del Estado.
Además de las provocaciones directas, un rápido repaso de algunos episodios contra la prensa refleja que el oficialismo no ha generado un espacio que ofrezca garantías para la plena vigencia de la libertad de expresión. Así lo demuestran los cambios dispuestos por el Gobierno en la reglamentación de la Ley de Acceso a la Información Pública, las dificultades para que los cronistas puedan realizar coberturas de eventos oficiales y la ausencia de conferencias de prensa, tanto del Presidente como de sus ministros.
A eso se suma la descalificación constante de los voceros oficialistas a los hombres y mujeres de los medios de comunicación: el informe del primer año de gestión de La Libertad Avanza precisa, por caso, que de los 173 ataques al periodismo, el 44% fueron clasificados como “Discurso estigmatizante”, lo que implica una embestida directa a la reputación de periodistas o su medio.
Milei es el principal agresor al periodismo, con 111 ataques este año.
“Ensobrados”, “mierdas”, “basuras humanas”, “mandriles”, “deficientes mentales” y “prostitutas de los políticos”, son solo algunos de los insultos que Milei le ha dedicado a los periodistas en discursos, entrevistas y en sus redes sociales, donde fueron amplificados por sus seguidores y voceros paraoficiales. En sus actos políticos, además, el Presidente suele alentar a que los militantes libertarios insulten a los periodistas. Mientras que Milei ya ha realizado denuncias por “calumnias e injurias” a ocho periodistas, un dato inédito en la democracia reciente.
El principal referente intelectual de Milei no amaba a los periodistas. Murray Newton Rothbard, el afamado economista que legó sus nombres a los perros del Presidente, sostenía que los periodistas representaban un espejo de las instituciones establecidas y que, incluso los medios más liberales, fomentaban el status quo que giraba en torno a una sociedad política en la que el Estado cumplía un rol fundamental. En ese contexto, y fundado en su odio al Estado en todas sus formas, Rothbard fue un incansable promotor de medios libertarios alternativos a la prensa tradicional de los Estados Unidos.
Es que el ataque sistemático al periodismo se constituyó en uno de los principales ejes del discurso del padre fundador del anarcopalitalismo. Rothbard acusaba a los medios de comunicación de integrar “élites estatistas” y decía que su capacidad de penetración en la opinión pública obstaculizaba la “misión” de convencer y captar voluntades para la causa libertaria.
En su ensayo Populismo de derecha: una estrategia para el movimiento paleo libertario, el autor fetiche de Milei recomendó acciones concretas contra los periodistas: desacreditar su trabajo para corroer su credibilidad y, de esa manera, poder dejar de tener que utilizarlos como el vehículo principal de la comunicación política. Sucede que Rothbard quería desprestigiar a la prensa para comunicarse directamente con el público sin ningún tipo de intermediarios. Proponía emplear un discurso simple, que estableciera una clara división entre el pueblo y las élites. Es decir, promovía un relato que permitiera establecer, de un lado a la “gente de bien” y del otro lado a “la casta”, representada por los medios de comunicación.
Milei sigue ese consejo. Y por estas horas fue un paso más allá, luego de haber ordenado una presentación judicial que impide, lisa y llanamente, el ejercicio de la libertad de expresión. Es que el resultado crucial de las elecciones de la provincia de Buenos Aires de hoy, por caso, será leído mañana en clave mediática en los términos de Milei, “No odiamos lo suficiente a los periodistas”, había posteado Milei a principio de este año. Y el mantra libertario se volvió una consigna: “Nolsalp”.