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LoterIVA, la tómbola fiscal de Carlos Menem en la que se inspiró Sergio Massa para sus sorteos

Creado por la DGI en 1990, con boletas de papel y en australes. Definitivamente, el LoterIVA pertenece a otro tiempo. Eran los primeros meses de gobierno menemista, la UOM de Lorenzo Miguel rompía con la CGT de Saúl Ubaldini y el 1 a 1 era casi un cuento de ciencia ficción. Y Videomatch era una «proyección de distintas disciplinas deportivas presentadas por Marcelo Tinelli». Pero del pasado, como una ráfaga, aquel espíritu regresó en el último anuncio de Sergio Massa.

«Estoy acá para contarles que para que ningún comerciante se haga el pícaro, vamos a establecer un sistema de sorteo», dijo este jueves el candidato presidencial de Unión por la Patria, en un alto de su gira por La Rioja. Prometió «sortear coches, motos y electrodomésticos» para quienes compren con tarjeta y para el comerciante que «pone el postnet».

El ministro candidato pareció liquidar el asunto en un apresurado anuncio de campaña, con compromiso -a las corridas- de ponerlo en funcionamiento el lunes próximo.

Pero más tarde, sobre el escenario del microestadio de Argentinos Juniors y en un acto con movimientos sociales kirchneristas, volvió a mencionar el tema. Lo hizo con una alusión a aquellos otros tiempos.

«Para promover con mucha más fuerza el uso de la tarjeta sueldo, de la tarjeta de débito, vamos a volver a algo que, muchos de los que están acá son jóvenes y no se van a acordar, pero sí nos vamos a acordar los que peinamos canas: el LoterIVA«, rememoró para complicidad de unos y despiste de otros.

Cómo funcionaba el LoterIVA

La Dirección General Impositiva (DGI), antecedente de la actual Administración de Ingresos Públicos (AFIP), era el órgano que instrumentaba la tómbola fiscal, como se conoció desde aquel 13 de noviembre de 1990 la iniciativa oficial inspirada en un caso chileno.

Los participantes debían acumular 12 boletas en las que constara que, por la compra de un bien o el pago de un servicio, habían abonado el Impuesto al Valor Agregado (IVA).

La iniciativa, que se oficializó con un decreto firmado por el ministro de Economía Antonio Erman González y el presidente Carlos Sául Menem, buscaba establecer un doble control sobre los comerciantes: se cruzaban los datos de las facturas que presentaban los ganadores con las declaraciones impositivas de los empresarios y profesionales.

Erman Gónzalez y Carlos Menem en la década del 90.Erman Gónzalez y Carlos Menem en la década del 90.Después de la zanahoria, en caso de irregularidades, llegaba el garrote: una investigación y el pedido de detalles a los contribuyentes en falta. Se calculaba que la evasión de IVA llegaba al 35 %.

En ese punto, la medida se diferencia del sorteo que adelantó Massa.

«La idea es que la AFIP, pidiendo esos datos de la factura que hoy no hace falta juntarlas, nos permite saber que en los barrios y en el interior del país se usa la tarjeta de débito y esa inversión que hace el Estado llega a la gente», precisó el actual funcionario peronista, que por aquellos años era una joven promesa de la UCeDé de Álvaro Alsogaray.

También hay distancia en los premios. A los electrodomésticos de hoy se oponen sumas de dinero en una moneda que ya no existe: los australes. El pozo semanal, de 128 millones de australes, se repartía entre 18 privilegiados, con 40 millones para el principal ganador. El concurso mensual reunía unos 120 millones adicionales.

Además, una suma de 16 millones de australes se ponía en juego entre los comerciantes que emitieran las facturas vencedoras.

Y se insinuaba la posibilidad de organizar dos sorteos anuales complementarios de 180 millones cada uno. Como el resto, debían ajustarse a la inflación, de acuerdo a la letra chica del decreto.

El mecanismo del juego era sencillo. Había que reunir 12 boletas de papel, meterlas en un sobre, escribir el nombre del remitente y llevarlas a la DGI. Las facturas tenían que llevar fecha de emisión en la última semana anterior al sorteo. No había límite de sobres por participante.

La deriva del LoterIVA, del desinterés inicial al millón de dólares

Cinco semanas después del anuncio, el interés era escaso. Apenas 7 mil sobres habían llegado a la DGI. Se consolaban pensando que el juego apuntaba «al largo plazo» y se ilusionaban con que la respuesta «masiva» fuera «cuestión de tiempo».

Y el tiempo les dio la razón.

Carlos Menem y Domingo Cavallo.Carlos Menem y Domingo Cavallo.El furor del LoterIVA se despertó a mediados de la década, después de un relanzamiento de la propuesta, ya en tiempos de Domingo Cavallo. Se potenciaron los avisos a página entera en los medios gráficos, los avisos y las explicaciones sobre cómo formar parte de un juego que no escapaba a las mecánicas televisivas.

De hecho, uno de los cambios fue la televisación del sorteo. Otra modificación fue el retoque de los premios. Ya avanzada la convertibilidad y con el peso como moneda, en enero de 1996 el monto principal se elevó a 150 mil pesos. Que eran, entonces, convertibles a 150 mil dólares. Le seguían cuatro sumas de 50 mil y veinticinco de 2 mil.

Y prometían un sorteo extraordinario de Año Nuevo: el privilegiado embolsaría un millón de pesos.

Que eran… un millón de dólares.

Pero hubo polémica. Porque una oyente de Radio Mitre denunció -por carta- que en los sorteos mensuales aparecían ganadores múltiples.

Se hicieron auditorías para detectar posibles irregularidades. «No hubo fraude», fue la conclusión oficial. Admitieron, sin embargo, que era cierta la existencia de nombres repetidos entre los premiados, aunque lo atribuyeron al entusiasmo popular para juntar las 20 boletas que ahora eran necesarias.

Patricia Córdoba, la ganadora de un millón de pesos en 1996. Foto: Clarín, archivoPatricia Córdoba, la ganadora de un millón de pesos en 1996. Foto: Clarín, archivo«Hay familias enteras que se dedican a a barrer tiques de lugares donde los comprobantes de pago -que sirven para el sorteo- quedan tirados», le dijo Mario Cigoj, encargado de la movida. Apuntaba a los peajes y locutorios como lugares preferidos.

Sí, como habían confiado voceros en épocas bajas, el LoterIVA ya era furor. En cada sorteo semanal se revolvían 300 mil cartas.

Ya no alcanzaba con una urna similar a la electoral. Ahora la sede era un estudio televisivo. En concreto, el de «Decime cuál, cuál, cuál es tu nombre», el programa que Pablo Codevilla heredó de su amigo Nicolás Repetto.

Transcurrieron los meses. Llegó diciembre. Y con él, el día señalado.

El jueves 26 de diciembre tuvo lugar el sorteo anual. El del millón de pesos. El del millón de dólares.

Del revoltijo de papeles quedó uno solo. La ganadora es… Patricia Antonia Córdoba, de Lules, Tucumán.

Ella estaba almorzando en la casa cuando una vecina llegó, jadeando, a avisarle que por la emisora local estaban diciendo su nombre. Patricia corrió a un locutorio para confirmar la noticia. Y regresó transformada a contarles lo increíble a su familia.

Patricia Córdoba, la ganadora de un millón de pesos, y su hija Vanina en 1996. Foto: Clarín, archivoPatricia Córdoba, la ganadora de un millón de pesos, y su hija Vanina en 1996. Foto: Clarín, archivo«Debe ser una broma», reaccionó su papá, que tres años antes había perdido su trabajo en un ingenio azucarero. El único sueldo fijo del hogar -unos 200 pesos- era el de su mamá, cocinera en una guardería municipal y que necesitaba plata para una operación que la obra social no le cubría.

Con Patricia vivían, también, su esposo, desocupado reciente tras ser despedido de otro ingenio azucarero; su hija, de 10 meses; su hermana mayor, que hacía changas ocasionales como empleada doméstica; su cuñado, desocupado; sus tres sobrinos; un hermano sin empleo; una hermana de apenas 3 años; y su abuela.

Entre todos ellos se distribuyó el millón de pesos/dólares. O lo que quedó del premio después de los impuestos correspondientes.

Solamente ocho días antes, la televisión ya había entregado un premio de un millón de pesos, o dólares. Fue en el programa de Susana Giménez, también por Telefé. La ganadora, «Irma, de Grand Bourg», emergió de una pileta de 32 millones de sobres. En su interior contenían etiquetas de los productos de los patrocinadores del programa.

El otoño de los noventa se llevó también, despacito, al LoterIVA.

A la DGI también le redujeron los fondos de publicidad. A mediados de 1997 todos los sorteos semanales pasaron a ser mensuales, con un leve reajuste de los premios, por el que el monto mayor se elevó a 225 mil pesos.

El sueño se acabó el 1° octubre de 1998.

DB

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