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Cómo llegamos al 22 O: a los tumbos, fundidos y abrazados a los yuanes de China

Un par de informes difundidos estos días por el INDEC explican, entre otras cosas, el empeño creciente que Sergio Massa gasta en despegarse del gobierno kirchnerista y del precio que paga por culpa de una gestión económica decididamente mala.

Podría decirse, a la vez, que en el contenido mismo de esos informes saltan los obstáculos que enfrenta el operativo despegue del ministro-candidato. Esto es, marcan en datos concretos, básicos, la desprotección de sectores vulnerables que el kirchnerismo dice proteger y dejan al descubierto una exclusión social donde ni por error cabe la palabra inclusión.

Sólo por poner algún orden, se puede arrancar por un insistente spot de campaña en el que Massa asegura que desde el 10 de diciembre será el nuevo presidente y quien defina, entonces, “el desarrollo de la política exterior, de la política económica y de la política de seguridad”. Y también quien hará “los cambios que haya que hacer”.

Traducido, se piensa igual a un Presidente con todas la de la ley, sin nadie que le maneje las decisiones en políticas clave ni que le dicte qué funcionarios debe sacar y cuáles poner o que lo corra por izquierda. Cualquier alusión al antecedente Cristina Kirchner-Alberto Fernández y a personajes de ese círculo viene cantada y luce a alarde de independencia.

Los datos del INDEC que reflejan la crisis social

Ahora, el turno de los cuanto menos incómodos informes del INDEC que describen el crítico cuadro social que aparece a la salida del actual ciclo kirchnerista y sobre el cual Massa no puede negar responsabilidades por completo, ni tampoco hacerse el distraído. En principio, le ponen cifras al impresionante encarecimiento de las canastas de bienes y servicios que definen las líneas de indigencia y de pobreza.

El costo del paquete de productos que integran la llamada Canasta Alimentaria Básica, o sea, la de indigencia, aumentó 849% entre comienzos de 2020 y septiembre de 2023, es decir, durante el período gobernado formalmente por Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Ahí tenemos desde leche, pan y papas, hasta carnes y hortalizas y, concentrado, un 50% del ingreso total de las capas inferiores de la pirámide social. En el escalón superior, el porcentaje del ingreso alcanzado es un reflejo de una desigualdad ya cristalizada: dice 25,7%.

Compuesta por los mismos productos de la canasta alimentaria más, entre otros, transporte, educación, vivienda y salud, el costo de la Canasta Básica Total que mide la pobreza se incrementó un 720% entre 2020 y septiembre de 2023. Y las proporciones del ingreso que se les va a las mismas capas sociales señalan 45 y 26,6%, respectivamente.

Previsible, semejantes subas confrontadas con ingresos reales que encima retroceden terminan en crecimiento vertical de la pobreza. Medido en cantidad de personas, el registro nacional del primer semestre de 2023 dice 11,8 millones, casi 2 millones más que los 10 millones del mismo periodo del 2019 previo a la llegada del actual gobierno K.

Y aun cuando a Massa lo inquieta el impacto electoral que puede producir el cuadro social completo, su mayor preocupación ancla en las 6 millones de personas en situación de pobreza que viven en el conurbano bonaerense. Representan nada menos que la mitad del total-país y 4,4 millones más que la suma de Córdoba, la Ciudad Autónoma y Rosario.

Vale reiterar, así fatigue, que en el conurbano bonaerense se libra la madre de todas las batallas y se juega la suerte de buena parte del kirchnerismo, incluida la de Cristina. Se entiende, entonces, por qué Sergio Massa y Axel Kicillof han resuelto ir juntos hasta el final, sin aceptar que nada ni nadie eche a perder la alianza.

La Casa Rosada acompaña bombeando plata en cantidad para sostener la estantería provincial: alrededor de $ 429.300 millones en los nueve primeros meses de 2023 o el doble largo del monto que había girado en el mismo período del 2022. Si se prefiere, el 43% del paquete total versus 6,6% de la Ciudad de Buenos Aires, 4,5% de Santa Fe y 3,2% de Córdoba.

En la parte del panorama social que le toca directamente al ministro-candidato tenemos que, desde que asumió en Economía, el costo de la canasta alimentaria escaló un 406% y 367%, el de la básica que define la línea de pobreza. Otra vez, 406 y 367% en apenas doce meses.

Un párrafo del documento que dos centenares de economistas firmaron contra la dolarización pone las piezas en el lugar donde van, y dice: “La inestabilidad y la falta de crecimiento están en la base de la expansión de la pobreza y de la desigualdad que afecta a nuestra sociedad”.

Dice más, en realidad, como que asocia los más de diez años de estancamiento económico que acumula el país con “una fuerte caída del ingreso por habitante”. Esto es, que la desigual distribución de los ingresos figura entre las causas que fogonean las recesiones.

Pero Massa anda preocupado por algunas proyecciones electorales y, últimamente, se la pasa hablando de lo que nos espera si Javier Milei o Patricia Bullrich llegan a ganar. ¿Qué quiere decir?: ¿que nos espera algo peor a lo que ya tenemos?

Una maniobra del mismo tipo o del tipo sembrar miedo hay detrás de los cuadritos sobre el costo del tren con subsidios y sin subsidios que hizo pegar en las estaciones ferroviarias, donde el costo sin subsidios y el tarifazo van a las cuentas de Milei y de Bullrich aunque no hayan tomado semejante medida. El gobierno central mantiene el beneficio y se queda con los laureles.

Ninguna ficción, ajuste crudo y clásico existe en el guadañazo que el Ministerio de Economía está pegándole a los subsidios energéticos. Eso explica, según datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso, que el gasto público destinado a subvencionar el consumo de electricidad y gas hubiese caído un 24% real, descontada la inflación, entre enero y septiembre pasado. Esto es, casi 2 billones de pesos o directamente dos billones.

Sobre el verdadero juego de Massa con el boleto ferroviario también hablan los números que salen del Congreso. Dicen nada de subsidios en baja sino aumento del 14% real en los subsidios y gastos por $ 632.000 millones.

El discurso triunfal asoma nuevamente con los US$ 6.500 millones del swap chino, o sea, con la ampliación a US$ 11.500 del préstamo que, bajo condiciones secretas, aceita negocios que interesan a Beijing. “Es muy importante para acelerar el flujo de importaciones, fortalecer reservas y saldar vencimientos con el FMI”, pondera el ministro-candidato.

“Todo lo que sea color verde viene bien, aunque sólo sirva para seguir tirando y nada de fondo cambie”, dice un especialista con ganas de bajar todo a tierra. Y en tren de comparaciones con los yuanes convertidos a dólares, dispara los US$ 15.000 millones que este año ha aumentado la deuda por importaciones realizadas pero impagas; sigue con el rojo de las reservas netas del Banco Central calculado en US$ 7.500 millones y cierra con los US$ 5.500 millones de la deuda con el FMI que vencen hasta fin de año.

Queda claro que nada está en calma, que la salida de depósitos de los bancos se llevó 1 billón de pesos desde fines de septiembre, que la consigna cubrirse y reforzar la defensa manda en toda la cancha y que la economía real se ha roto en varios pedazos.

Pero si pinta controles cambiarios seguramente habrá show y algunos fuegos artificiales, como las palabras que en plan demasiado electoral Massa les sacudió días atrás a especuladores sin nombre: “No voy a parar hasta verlos presos. Voy a defender el ahorro de la gente, voy a defender el sistema de salud y la educación pública y gratuita”.

Siempre hay a tiro alguna cueva para cuando sea necesario armar la obra. Como pasa con una del microcentro que en la AFIP conocen de sobra.

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