MENDOZA.- La decisión histórica del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) de habilitar la producción de vino sin alcohol en la Argentina no deja de cosechar avales, ante la necesidad de “actualizarse a la realidad”. Sin embargo, abrió una serie de interrogantes y planteos puertas adentro del sector, al tiempo que expone desafíos y dificultades para avanzar en concreto en las bodegas, teniendo en cuenta el arduo y costoso proceso que requiere pero, sobre todo, la dura crisis que vive la industria frente a otras bebidas que ya dieron ese paso.
Por eso, hoy no se pueden establecer fechas precisas ni valores certeros de lo que podrá encontrarse el consumidor en la mesa, y si finalmente, será un producto “cero alcohol” que estará al alcance de todos los bolsillos, aunque podría ubicarse en la franja de los 20 dólares, como ocurre hoy a nivel internacional. Así las cosas, en diferentes consultas que realizó LA NACION a los principales referentes del área en el país vieron con buenos ojos la medida aunque ponen reparos, y se arman de paciencia para poder cumplir con las demandas de los nuevos tomadores. Además, hay quienes consideran que debería llevar otro nombre porque entienden que no es “vino”, por lo que hacen hincapié, justamente, en potenciar los productos con baja graduación alcohólica.
En diálogo con este diario, el reconocido y multipremiado enólogo Alejandro Vigil, jefe de Catena Zapata y dueño de Casa Vigil, expuso su visión sobre la resolución del organismo nacional, ajustando el ojo en todo el proceso que hay por delante. “El método que está aprobado se llama desalcoholización por membrana; es una ósmosis inversa: se pasa el vino y se retiene agua vegetal con alcohol. Es un proceso oneroso, pero no es para hacer vinos caros, aunque hay que seguir trabajando y mejorar el método. Nos va a llevar un tiempo tener un vino así en la mesa”, explicó el experto.
“Hay algunos productos que están funcionando muy bien: todos los vinos de 7 grados de alcohol pueden llegar a buen precio y calidad. Los más avanzados son los blancos, y sobre todo los espumantes, como pasa en Nueva Zelanda, que es uno de los más fuertes impulsores, aunque el mundo ya va en esa tendencia. No lo veo como un artículo de lujo, y creo que la idea es llegar sobre todo con blancos y no tanto con los tintos. Se está trabajando y muy fuerte, pero veo que es más fácil de llegar rápidamente a un vino de bajo alcohol que de cero alcohol”, consideró Vigil.
En ese tren, se suman otras voces que apuestan a profundizar ese camino de baja graduación. “Desde el principio lo llamaría bebida sin alcohol base vino. Ya que para mí no es vino. Terminaríamos confundiendo al consumidor. O al menos pensaría un concepto de comunicación que separe al vino real de esta otra bebida”, indicó a LA NACION el reconocido enólogo y empresario Mauricio Lorca, dueño de una de las bodegas más destacadas y modernas de la provincia, con vinculación también con Europa. “Está claro que la tendencia hacia el consumo moderado, menos alcohol y vida saludable, obligan a la industria a estar a la altura de las circunstancias. Por eso, me parece una muy buena alternativa para diversificar el consumo a partir de una materia prima como la uva”, agregó el profesional.
Sin embargo, consideró que la creación de este tipo de bebidas requiere de un trabajo muy complejo que seduzca a los futuros compradores. “El proceso para llegar a este producto requiere cultivar las viñas, conducirlas, llegar a producir, cosechar y hacer el vino para luego desalcoholizar, lo que termina siendo un proceso largo y costoso comparado con bebidas que son jarabes y esencias que se mezclan, carbonatan y envasan, donde el mayor componente es agua”, acotó Lorca.
Por eso puso el foco en el desafío que tienen por delante. “Poder lograr productos atractivos desde los aromas y gustos ya que el solo hecho de no tener alcohol no resuelve el consumo. Hay todo un desafío desde el punto de vista técnico para lograr a costos bajos buenos productos que sean totalmente atractivos para el consumidor”, completó el especialista, quien ya viene desarrollando desde hace años vinos de baja graduación, apuntando a estos consumidores, con muy buenos resultados comerciales. “Entiendo que es parte del camino. El cero alcohol es más complejo y nos va a llevar un buen tiempo ajustar las técnicas y llegar a productos atractivos”, remarcó el bodeguero.
Así, en los fundamentos de la decisión que tomó días atrás el organismo nacional, tras evaluar los antecedentes y normativas en todo el mundo, además de haber venido impulsando la medida desde hace varios años, se hace hincapié en habilitar “como práctica enológica lícita la desalcoholización de los vinos”. Esto significa que, de ahora en más, la industria argentina podrá ofrecer la bebida nacional con baja graduación alcohólica o directamente con “cero alcohol”, similar a lo que ya viene ocurriendo con una de sus competidoras más fuerte: la cerveza.
“Que las normativas internacionales relativas al tratamiento de desalcoholización de vinos, como así también las referidas a los productos resultantes de este tratamiento fueron modificadas a través del tiempo, resultando necesaria la actualización de la práctica y definiciones inherentes al proceso de desalcoholización de vinos”, indica la resolución en uno de sus considerandos, apuntando a la utilización de diferentes equipos para desalcoholización parcial del vino mediante técnicas separativas de membranas, destilación y evaporación.
Por eso, habrá que esperar si aparece en el país alguna firma que tome la delantera con un vino 100% libre de alcohol. Por lo pronto, se trabajará en ir reduciendo de manera significativa la graduación, ya que actualmente en el mercado existen vinos con menor contenido de alcohol, pero con valores que rondan el 10%.
“La idea de que las bebidas alcohólicas pueden adaptarse a gustos que tengan menos alcohol, que se puedan tomar frías y que tengan un toque dulce responden claramente a un cambio de tendencia; hay una vuelta hacia los productos con menos alcohol, blancos, como los rosados y espumantes; es lo que más está creciendo. De todas maneras, lo del vino sin alcohol no será algo que se hará de forma inmediata. Las bodegas deberán experimentar con marcas y testeos de mercado y cuál será el punto de equilibrio”, concluyó Sergio Villanueva, presidente de la Unión Vitivinícola Argentina (UVA).