El fabuloso mundo del tenis tiene estas cosas. Suspensiones por lluvia, por falta de luz natural o, en este curioso caso, por no tener suficientes canchas de primera línea. Jugar, frenar, volver a la cancha. Hoy, mañana. Y la rueda sigue. El ATP 250 de Bucarest, una marca de Ion Țiriac (de 84 años), suele contemplarse con un público fervoroso, entusiasta, al límite. Mariano Navone se nutre de esa pasión externa en la temporada de su vida. No le importan las interrupciones imprevistas: se adapta a todo. Juega en las nubes.
Tiene 23 años, nació en 9 de Julio y no para de crecer. Acaba el partido suspendido a la mañana rumana con la mano caliente y, al rato, descansa, almuerza liviano y sale a la cancha, otra vez. Y gana, no para de ganar. Con la mente fría y una variedad de recursos, alcanzó otra final de ATP, la segunda de su carrera y se proyecta entre los 40 mejores del circuito. ¡Ya es 41°! De auténtico desconocido a correr una carrera imparable: lo bueno es que la meta está cada día más cerca.
Primero, completó el triunfo ante Francisco Cerúndolo por 5-7, 6-4 y 7-5. Había alcanzado la tercera semifinal consecutiva de ATP. Más tarde, derribó al francés Grégoire Barrère por 6-3 y 6-4 y jugará este domingo, desde las 9, una nueva final. Esta vez, frente al húngaro Marton Fucsovics, que se impuso sobre el chileno Alejandro Tabilo por 6-3 y 6-4. Acaba la faena con la sonrisa de siempre: la de un niño. Saluda a la gente, casi toca las manos de unos jóvenes rumanos, entusiastas por su ascendente figura. Levanta el estadio, una vez más. “Es un placer volver a jugar una final. ¡Estoy aquí, estoy para ganar! Espero que mañana tenga el mismo aliento que tuve aquí”. Y caen los aplausos.
Tres semanas atrás, consiguió el impacto de su vida. No paraba de sonreír: esa expresión genuina, suerte de felicidad plena y efímera. En realidad, lo que acababa de conseguir Navone era para siempre, por eso su rostro lo exhibió así, al natural, luego de ganar el punto, el partido y caminar rápidamente rumbo a la red. Allí estaba una leyenda. Un “héroe” de su adolescencia, como bien explicó en un inglés en construcción. Abrazó a Stan Wawrinka, el suizo de la mano exquisita, que está cerca del retiro y le transmitió cuánto lo admira. Un saludo que excede el marco de un partido de tenis. Se trató de algo más.
“Esto es increíble, es uno de mis héroes”, contaba Mariano, que sigue creciendo a pasos agigantados. Se impuso sobre la leyenda suiza y alcanzó los cuartos de final del ATP 250 de Marrakech al imponerse por 3-6, 7-5 y 6-2 en dos horas y 20 minutos de juego, en Marruecos. Una combinación precisa de mente y corazón. Su ilusión se frenó en las semifinales, pero entendió perfectamente que el camino es el trazado. Sin vueltas.
Luego de acceder a la final en Río de Janeiro (en donde perdió con Sebastián Báez) su vertiginoso rendimiento le permitió rápidamente ascender puestos en el ranking. El joven nacido en 9 de Julio, provincia de Buenos Aires, de 23 años, está viviendo sus primeras experiencias ATP fuera de América del Sur con la mano caliente.
En Río de Janeiro dio el gran salto de calidad, en febrero pasado. Luego de ese impacto mayúsculo, frenó la máquina, desgastada en lo físico y lo mental y prefirió evitar los Masters 1000 de Indian Wells y Miami. Dueño de cinco títulos Challenger, pupilo de Andrés Dellatorre, sigue a la altura. Y con una sonrisa.
La Navoneta, el sobrenombre surgido del juego de palabras inspirado en la Scaloneta, el apodo del seleccionado argentino de fútbol campeón del mundo en Qatar 2022, alcanzó una velocidad, hasta aquí, desconocida. El tenista de la localidad bonaerense de 9 de Julio disfruta de un momento radiante, glorioso. Antes del torneo de Río de Janeiro, nunca había ganado un partido de nivel ATP (con un balance de 0-2). Sin embargo, en el terreno carioca se convirtió en el undécimo jugador en superar la clasificación y llegar a una final de ATP 500, la categoría creada en 2009.
El impactante crecimiento en el ranking, desde el 113° hasta hoy, le cambió el escenario. “Tuve una constancia grande que me enorgullece, apunta Navone. Y ampliaba, en una íntima charla con La Nación: “Pude aguantarme los momentos en los que no me iba bien y los choques contra la pared. Por eso, lo que más disfruto hoy es mirar hacia atrás y enseguida observar hacia adelante y saber que voy a jugar los ATP, que estaré cerca de los Masters 1000 y que haré alguna gira impensada, como la de pasto. Estoy feliz por lo que me pasa. Es emocionante lo que viví en Río. Y explotó todo: mensajes, cantidad de seguidores, saludos… Estas cosas a veces pasan en el tenis y estoy contento de poder vivir lo que siempre soñé”.
LA NACION