En los períodos de ajuste recesivo, apertura comercial y valorización financiera, que caracterizaron al gobierno de Macri y al actual de Milei, se profundizó una crisis del sector industrial que, con algunos intervalos, viene de larga data.
El investigador Pablo Manzanelli del Centro CIFRA-CTA dimensionó ese fenómeno y especificó la magnitud de la desindustrialización en Argentina. Una primera oleada de desindustrialización ocurrió entre 1976 y 2001 y una segunda oleada entre 2011 y 2024. La fuga de capitales fue una constante en contra de la industrialización.
El valor agregado industrial se contrajo 19 por ciento entre 2011 y 2024 –según cálculos de Manzanelli- y esa caída que se dio en trece años fue mayor a la ocurrida en los veintiséis años, entre 1976 y 2001, cuando la industria perdió un 10,3 por ciento.
La merma de la producción industrial en esta segunda oleada de desindustrialización fue todavía mayor que la del período 1976-1990 (previo a incluir un período de crecimiento de la industria en los primeros años 90) cuando el PBI industrial retrocedió 16,9 por ciento.
Esta es una característica saliente de la desindustrialización de la economía argentina, pues no se trató, como en algunos países centrales, de una desindustrialización relativa (es decir, de disminución del peso de la industria en la estructura económica en general) sino que se dio en paralelo con una contracción absoluta de la producción en el sector.
Otra medición presentada es la disminución del PIB industrial per cápita en ambos períodos: en el acumulado entre 2011 y 2024 fue del 2,5 por ciento anual y entre 1976 y 2002 llegó al 1,7 por ciento anual.
Milei – Macri
La retracción del aparato industrial en el período 2011-2024 se explicó fundamentalmente por lo ocurrido en las administraciones de Cambiemos (2016- 2019) y del primer año de la Libertad Avanza (2024), sostiene Manzanelli. Eso no significó que no hubiera habido descensos en la producción sectorial durante el último gobierno del ciclo kirchnerista y durante algunos años de la presidencia de Alberto Fernández, sino que en esos períodos la caída fue cuantitativamente inferior.
A su vez, durante la segunda oleada de desindustrialización se verificó una mayor contracción del producto manufacturero en el primer año de Milei (9,2 por ciento) y durante la gestión de Macri (3,6 por ciento). Mientras que la reducción del valor agregado manufacturero en el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner fue menos intensa (1,6 por ciento anual) y con el Frente de Todos hubo crecimiento (apenas del 2,3 por ciento).
La fuga constante
Manzanelli, y otros investigadores, sostienen que existe un elemento estructural que prevalece y que es común a las distintas etapas de la crisis industrial: el proceso de subinversión industrial con epicentro en el comportamiento de las grandes empresas industriales. Esto es que la ganancia que no se invierte es porque se fuga al exterior.
La fuga es una constante en los episodios de desindustrialización, pero pueden señalarse otros puntuales. Por ejemplo, la reducción del valor agregado industrial en el último gobierno del ciclo kirchnerista estuvo sustentada principalmente en la caída de las exportaciones fabriles en un contexto de fuerte contracción de la industria brasilera. Por otro lado, durante el gobierno de Mauricio Macri, a partir de 2016 el sustento principal de la disminución del valor agregado sectorial se basó en la caída del consumo interno de bienes industriales.
El peso de la industria
Calcular el cociente entre el valor agregado industrial y el PIB total es importante, aunque, como se mencionó, la particularidad de la desindustrialización doméstica se asocia con el achicamiento de la estructura fabril en términos absolutos.
Esa medida de desindustrialización relativa se denomina “coeficiente de industrialización” y, de acuerdo con Manzanelli, guarda una correspondencia con los modelos de acumulación de capital que se sucedieron en la economía argentina.
El punto de inflexión del coeficiente de industrialización fue en 1976, cuando la última dictadura militar interrumpió la industrialización sustitutiva e impuso la valorización financiera como eje predominante de acumulación.
A partir de allí, el coeficiente de industrialización, que había llegado al 25,8 por ciento en 1974, se redujo hasta el 17,3 por ciento en 2002, y en el marco de la segunda oleada de desindustrialización cayó al 15,3 por ciento, que es el mismo nivel que registraba en los inicios del proceso de industrialización sustitutiva en 1930.
“Desde el punto de vista de este coeficiente la primera desindustrialización fue sustancialmente superior a los efectos de la segunda: reducción de 8,5 puntos porcentuales entre 1974 y 2002 versus un nuevo descenso de 3,4 puntos entre 2011 y 2024 tras el incremento del coeficiente entre 2002 y 2011”, agrega.
Argentina y la región
Un rasgo adicional y preocupante es que si bien la desindustrialización fue un denominador común en el derrotero de las economías latinoamericanas desde los años ochenta, la que experimentó la economía argentina fue de mayor relevancia.
A punto tal que el valor agregado de la industria argentina respecto al de la industria latinoamericana pasó de representar el 14,3 por ciento en 1974 a 7,4 por ciento en 2024, es decir una pérdida de casi 7 puntos porcentuales.